(O cómo hacer del desorden una oportunidad para escucharte)
Los sábados, hace un rato ya que se han convertido en algo así como mis días sagrados. Sin programación ni explicación, mi cuerpo me pide que por favor me salga del tiempo, de los compromisos, de cumplir con un esquema… y reordenarme. Tanto exteriormente —en el espacio— como internamente.
Casualmente, siempre coinciden con el caos máximo en casa xD.
Aunque no se trata del día, sino de la intención con la que lo habitamos.
Porque para mí son los sábados, y para vos pueden ser los martes.
Lo importante es oír esa vocecita que lo está pidiendo, y tomar acción para crearle ese espacio fuera de obligaciones, solo dedicado a la reconexión.

Hace unos días escribí esto:
“Hacer un día de integración y reestructuración para poder absorber y volver a quién soy.
Volver a preguntarme cuáles son mis necesidades.
Porque estando en el ritmo tan rápido de la ciudad, con tanta sobreestimulación y sobreinformación, es muy fácil perderse…”
Cuando estamos en ese ritmo, no registramos lo que nos pasa.
Las cosas se acumulan: emociones, pendientes, tensiones… y no hay tiempo para absorberlas.
Y eso se nota en el cuerpo. Y también en la casa.
Cuando el entorno se siente desordenado, cargado o sucio, suele reflejar un estado interno que también pide atención.
El espacio muestra lo que a veces no sabemos decir o expresar con palabras.
Por eso, escucharlo también es una forma de escucharnos.
La frecuencia es indistinta.
Habrá momentos en que todas las semanas precises ese espacio para estar con vos. En otros, con una vez por mes alcanzará.
Lo que está bueno es que no se convierta en una obligación más para sumar al calendario, sino intentar integrarlo empáticamente.
Registrar y discernir cuándo me estoy sintiendo agobiada, y darme el lugar a frenar. A hacer una pausa.
Qué importante es tener, cada tanto, un día para desconectar del afuera y reconectar con lo que somos.
Un día para mirar lo vivido, absorberlo, y permitir que el cuerpo se organice.
El mundo va a estar ahí para cuando yo regrese reconectada.
Esperándome para volver a vincularnos, ahora desde mi esencia.
Siendo yo. Nuevamente en mi eje.
Te lo comparto porque a veces, lo más transformador no es hacer más,
sino hacerse espacio.
Un día sagrado, una vez al mes, una vez a la semana…
O cada vez que sientas que tu alma se quedó atrás.
Volver al eje no siempre es fácil,
pero sí posible.
Y tanto tu cuerpo como tu casa saben cómo hacerlo.
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