Cambiar el mundo.
Cambiarlo desde lo más simple, lo cotidiano.
Desde el espacio que habitamos.
Desde dónde nos posicionamos.
Un mundo desapegado de las formas fijas,
que cuestione lo establecido en los más pequeños detalles:
en cada objeto, cada disposición, cada elección.
¿Cómo está mi contexto?
¿Qué lo conforma, y de qué forma?
¿De qué me estoy nutriendo?
El entorno es el lugar donde esto se vuelve tangible,
donde el cambio se hace asequible.
Lo que creemos, se refleja en lo que tenemos.
El espacio es espejo, es lenguaje, es vibración.
Y también, pertenencia.
Honramos el poder de volver a lo esencial:
En la armonía como guía.
En la funcionalidad como herramienta.
En la liviandad como estilo de vida.
El consumismo nos vacía. Nos quita energía,
haciéndonos creer que nuestra valía depende de nuestra acumulación crediticia,
disfrazando nuestra autenticidad
bajo capas de falsas etiquetas.
Reconectar con el ritmo natural,
Recordar que somos naturaleza.
Aceptar esa belleza única nos permite
sincronizar con el sentido de unidad:
el que entiende que si una parte se desconecta, el todo pierde su equilibrio.
Habitar con consciencia es un acto revolucionario.
Porque mueve la energía y transforma,
Nos devuelve al eje y enraíza,
Abre camino hacia una vida más simple, liviana y en armonía.
Cuando transformás tu espacio, transformás tu vida.
Y al hacerlo, le das impulso al nuevo mundo,
Sumando experiencias, dejando atrás la carencia,
Eligiendo la abundancia de Ser,
en lugar de la insuficiencia de tener.
El cambio es la verdadera medicina.