Categoría: Todo

  • Mi mejor terapia es jugar con el espacio

    ¿Por qué no pasamos tiempo en nuestra casa?

    Porque se siente incómoda.
    O chica, o oscura, o desordenada, o porque no tengo tiempo, etc, etc.
    Aunque esas son solo las excusas anecdóticas de por qué no lo hacemos.

    Yo creo que el estar en nuestra casa, pasar tiempo en ella, habla mucho de la relación que tenemos con nosotros mismos. Del grado de incomodidad que sentimos estando en soledad.

    Aunque también podemos pasar mucho tiempo en casa y sentirnos igual de ajenos, porque lo ocupamos siempre en estar haciendo algo.

    Cuando empezamos a dedicarle tiempo genuino, a solo ser estando en ella —permitiéndome ser libremente, sintiéndome con su contención y abriéndome a mi curiosidad y los caminos a los que me vaya llevando— nos vamos haciendo nuestros propios amiguis, jugamos.
    Y así, también la casa está más linda.
    No solo se ve, sino que también se siente.
    Y claro, ya me dan más ganas de pasar tiempo allí.

    Vemos colores, cómo esto puede quedar mejor acá, o puedo mover esto de lugar y me abre este nuevo espacio.
    Y en el camino escribo algo que me pasó por la cabeza, que me llevó a pensar en otra cosa, que recuerdo que habla de eso en un libro, y lo reviso, y me pruebo alguna ropa que estoy dudando de si la sigo queriendo.
    Hago algún sonido con algo que encuentro por ahí… y así.

    Simplemente fluimos en el devenir del espacio interactuando conmigo.

    Amo jugar con mi espacio. Es mi mejor terapia.
    Te la súper recomiendo. Ojalá te animes a probarla (:

  • Vivir en la ciudad: una reflexión sobre el consumo

    Una vez más me siento sumergida en el consumo descontrolado, producto de estar nuevamente en una ciudad, donde comprar se hace tan fácil, casi casi como respirar.

    Durante muchos años pensé que la única forma de estar fuera de esa gran red acaparadora capitalista era mantenerme al margen. Aislarme. Y me resultó muy bien. Conocí y experimenté cosas que de otro modo no hubiera sido capaz de conocer de haber seguido viviendo toda mi vida en la misma realidad. Ciudad, trabajo, vínculos, y eso, repitiéndose día a día. Esa parte fue algo fundamental en mi camino. Cambiar de escenario, experimentar realidades en donde el consumo no fuera parte de la ecuación, como vivir en la naturaleza con recursos muy escasos, porque me hicieron entender mucho sobre la energía y como todo lo es.

    Volver a elegir una ciudad

    Ahora, volviendo a una realidad de cemento, sintiéndolo tan tangible, me encuentro con que el consumo está más arraigado en mí de lo que hubiera querido aceptar. Porque es muy incómodo hablar sobre el consumo, ya que es algo que nos toca a todos directamente. Aunque si algo aprendí es que cuando puja tan fuerte adentro, el error es no dejarlo salir.

    Y hoy, eligiendo estar acá, viviendo en una gran ciudad, con la oferta continua a mi alrededor, me doy cuenta lo fácil que es caer en ella, y lo mucho que tenemos que tratar de observarla, porque sino nos disuelve.

    Consumimos más de lo que creemos

    Hoy en día el consumo trasciende las fronteras de ir a comprar algo al súper. Consumimos personas, eventos, noticias, redes, sustancias, pantallas. Comienza a convertirse en un acto involuntario, en el que necesitamos todo el tiempo algo nuevo que venga a llenarnos, porque lentamente va apagando nuestra capacidad de crear por nosotros mismos. Siempre dependemos de algo externo que nos resuelva la necesidad. Siempre hay algo fácil y rápido que lo hace por nosotros.

    ¿Rapidez para qué?

    ¿A dónde queremos llegar? ¿A ese trabajo que nos estresa? ¿A esa casa que nos abruma? ¿A compartir con esas personas que juzgan y se quejan? ¿A ver esa serie que todo lo que muestra es muerte, engaño y traición? ¿A esa lista interminable de cosas por hacer?

    ¿Eso es lo que quiero para mí?

    Sé que es muy incómodo leer todo esto, aunque también sé que es una realidad que vivimos muchos de nosotros. La mayoría, me atrevo a decir. Yo viví muchos años en ese modo 100% alienada de mi sentir, de mis necesidades reales, y totalmente abocada a este sistema, siguiendo sus reglas al pie de la letra. Alumna modelo. Aunque vinieron varias crisis a despertarme y mostrarme que la vida puede ser de otra manera, como yo elijo que sea. Para eso, mi mejor herramienta fue la de cuestionarme. Y por eso la traigo acá, para que vos también puedas hacerlo.

    El contexto nos condiciona

    Al estar sumergido en el ritmo de la ciudad, con planes y ofertas continuas, llega un momento en que, por más voluntad que se ponga, nos terminamos sincronizando al contexto. Y vivimos en esta realidad. Podemos escapar de ella por un rato, aunque tarde o temprano, lo que tenemos que ver nos vuelve a encontrar. La vida se encarga de que eso suceda.

    El único acto que tenemos a disposición para salirnos de esta rueda infinita de placeres instantáneos que nos llevan a la frustración y a alejarnos de nuestro verdadero yo, es frenar un momento, por muy desafiante que se pueda poner, por más aburrido que sea, y cuestionar. Observarme. Porque con el consumo lo que tapamos es lo que nos duele ver de nosotros. Y es sumamente fácil hacerlo, aunque sus consecuencias son siempre mayor abrumación y desconexión, porque solo hace foco en lo superficial, en el tener, y no en la profundidad del ser.

    No puedo sumarme a cada plan que aparece, porque después me abrumo y me olvido de quien soy. Necesito espacio de vacío para conectar conmigo. Mi cuerpo no necesita tanto alimento, porque después se siente pesado y me cuesta moverme y activar. Mi mente no puede estar activa las 24hs del día, necesita oxigenarse y parar.

    ¿Para qué tanto?

    Más, más, más. Siempre más cosas, más amigos, más actividades, más comida. ¿Para qué? Si lo único que vamos a llevarnos es lo que experimentamos.

    Sumando más lo que logramos es cargarnos, sumarnos peso a nuestras espaldas, a nuestros cuerpos, para que sigamos formando parte de esa gran rueda de consumo, en la que trabajamos millones de horas, en lugares que no nos gustan, para gastar en cosas que no necesitamos.

    Cuestionar para elegir

    ¿Qué estoy pagando? ¿Qué estoy eligiendo? ¿En qué invierto mi tiempo? Porque cada cosa que hacemos significa algún tipo de consumo, y casi no somos capaces de darnos cuenta de eso. Estamos tan inmersos en este sistema que olvidamos de dónde viene todo, que los repollos no crecen en film plástico y que para que eso exista, se tuvo que poner energía al servicio de la creación de ese bien. Todo para que alguien lo compre y lo tire a la basura al instante.

    El consumo no es sólo lo que hacés día a día, es también lo que ya tenés en tu vida. Es lo que consumiste en algún punto de tu existencia, por decisión propia de compra, acertada o errada, por regalo, intercambio, olvido de otro; por el motivo que sea, no importa el cómo llegó a vos, lo que nos interesa es que está ahí y que ocupa un espacio en tu vida. Un espacio que podría estar libre para recibir otra energía que esté alineada a quién sos en este momento. No a quién fuiste hace varios años, y pasó el tiempo y sigue ahí, arrumbada.

    El poder de las pequeñas acciones

    La finalidad de esta reflexión no es que te conviertas de un día para el otro en minimalista (salvo que así lo desees), y si bien sé que tiene muchísimos beneficios, no estoy aquí para adoctrinarte. Sino más bien para ayudarte a que te cuestiones los hábitos y patrones silenciosos que vienen operando en tu vida y que determinan tu presente, que de algún modo, te está incomodando y querés modificar, para que tu consumo se transforme en algo que esté alineado a quién sos, o más bien, a quién querés ser.

    Si queremos que algo cambie, que las temperaturas no sean tan altas, o que nuestra vida sea diferente, lo único que nos queda es comenzar a cuestionar nuestro consumo. Todo está conectado, y cada acción que hacemos tiene una consecuencia. Si dejamos de darle importancia a lo que hace el otro y de compararnos, por más que parezcan granos muy pequeños de arena en un desierto, esos pasos se van acumulando y van generando el efecto dominó.

    Probá hacerlo diferente esta vez:

    • la próxima que uses dinero, fijate en qué lo estás por gastar, si realmente lo necesitás, y eso que decidís comprar, ¿en qué envase viene? ¿cómo se hace? ¿puedo reutilizarlo para otro fin? o sino ¿cómo lo descarto?;
    • cuando te topes con algo en tu casa y digas: ¿para qué tengo esto? en vez de dejarlo de lado o meterlo en un cajón, dedicarle ese minuto a ver qué hacés con él;
    • cuando veas o hables con una persona con quien ya no te sentís bien compartiendo, puedas decirle, gracias y hasta luego, no te vas a quedar solo por hacerlo;
    • cuando estés por ponerte a ver una serie, mirar antes la estantería, que seguro algún libro de los que ya tengas pueda interesarte, o algo que pintar, o alguna manualidad que crear..

    Cuestionar es el mejor hábito que podemos cultivar, porque nos lleva a hacer consciencia, y cuando hacemos consciente algo, somos capaces de modificarlo. Y para que las cosas cambien, necesitan el espacio y contexto para suceder diferente.

    Este blog nace de mi necesidad de cuestionarme, de mirar mi camino con honestidad, y de compartir las pequeñas acciones que sé que pueden hacer la diferencia.

  • Un día para volver al eje

    (O cómo hacer del desorden una oportunidad para escucharte)

    Los sábados, hace un rato ya que se han convertido en algo así como mis días sagrados. Sin programación ni explicación, mi cuerpo me pide que por favor me salga del tiempo, de los compromisos, de cumplir con un esquema… y reordenarme. Tanto exteriormente —en el espacio— como internamente.
    Casualmente, siempre coinciden con el caos máximo en casa xD.

    Aunque no se trata del día, sino de la intención con la que lo habitamos.
    Porque para mí son los sábados, y para vos pueden ser los martes.
    Lo importante es oír esa vocecita que lo está pidiendo, y tomar acción para crearle ese espacio fuera de obligaciones, solo dedicado a la reconexión.

    Hace unos días escribí esto:

    “Hacer un día de integración y reestructuración para poder absorber y volver a quién soy.
    Volver a preguntarme cuáles son mis necesidades.
    Porque estando en el ritmo tan rápido de la ciudad, con tanta sobreestimulación y sobreinformación, es muy fácil perderse…”

    Cuando estamos en ese ritmo, no registramos lo que nos pasa.
    Las cosas se acumulan: emociones, pendientes, tensiones… y no hay tiempo para absorberlas.

    Y eso se nota en el cuerpo. Y también en la casa.

    Cuando el entorno se siente desordenado, cargado o sucio, suele reflejar un estado interno que también pide atención.
    El espacio muestra lo que a veces no sabemos decir o expresar con palabras.
    Por eso, escucharlo también es una forma de escucharnos.

    La frecuencia es indistinta.
    Habrá momentos en que todas las semanas precises ese espacio para estar con vos. En otros, con una vez por mes alcanzará.
    Lo que está bueno es que no se convierta en una obligación más para sumar al calendario, sino intentar integrarlo empáticamente.
    Registrar y discernir cuándo me estoy sintiendo agobiada, y darme el lugar a frenar. A hacer una pausa.

    Qué importante es tener, cada tanto, un día para desconectar del afuera y reconectar con lo que somos.
    Un día para mirar lo vivido, absorberlo, y permitir que el cuerpo se organice.

    El mundo va a estar ahí para cuando yo regrese reconectada.
    Esperándome para volver a vincularnos, ahora desde mi esencia.
    Siendo yo. Nuevamente en mi eje.

    Te lo comparto porque a veces, lo más transformador no es hacer más,
    sino hacerse espacio.

    Un día sagrado, una vez al mes, una vez a la semana…
    O cada vez que sientas que tu alma se quedó atrás.

    Volver al eje no siempre es fácil,
    pero sí posible.
    Y tanto tu cuerpo como tu casa saben cómo hacerlo.

  • un espacio es mucho más que una casa

    Es un lugar donde confluyen muchos micro-espacios, conformando una gran simbiosis de atmósferas en un solo sitio geográfico.

    Las casas tradicionales tienen ciertos usos frecuentes, como comer, dormir, y para ello hay ciertas disposiciones regulares que podemos encontrar en seguramente el 90% del mundo, y que todos conocemos y normalizamos, como la mesa en el comedor, y la cama en la habitación, generalmente siendo los dos puntos de foco primordial, y a eso también sumamos a veces la presencia del televisor. 

    Cuando empezamos a observar estas disposiciones, y podemos ver que realmente, no estamos cómodos con esa ubicación de los muebles, o no nos agrada en particular, sino que solo están así porque lo damos por sentado. No le damos mucha importancia. 

    Ahora, pensá en eso: ¿tu cuerpo se siente igual si está en un lugar de naturaleza, cerca a un cauce de agua natural, oyendo sonidos de pájaros, que si se encuentra en el medio de una avenida, de una ciudad grande, en hora pico?

    Bueno, espero que la respuesta de todos sea un gran NO!!!! porque sino, oh por dios, lo desfasado que estás de tu sentir. Y lo sé porque lo estuve por muchos años, en que no sentía nada de lo que mi cuerpo quería decirme.

    Por eso siento que llego a mi esta herramienta. La de comenzar a sentir mi cuerpo por el exterior, por lo que me rodea, por percibir la incomodidad, y tener que cambiarlo para sentirme bien.

    Porque el espacio va mucho más de lugar-tiempo en el que estés, transciende los límites físicos de la materia en la que estamos insertos casi las 24hs de nuestro día, viviendo en esa realidad 3D que nos separa del Ser integral que somos. 

    No somos solo este cuerpo. Aunque este cuerpo si es el responsable de reflejar cómo estamos. Por eso es esencial el Posicionamiento. 

    Amo que esta palabra me llego de otro rubro completamente diferente, pero de cierta forma, igual. Posición, posicionarse. ¿Cómo me posiciono? ¿Dónde? ¿De qué manera?

    Volvé a pensar en las dos polaridades que te presente como ejemplo arriba. 

    ¿Cómo querés vivir? ¿En dónde? ¿Cómo podrías transformar la realidad en la que estás ahora con algo simple? Tan sólo cambiando los muebles de lugar, algo se va a mover. 

    Y recordá que por más que solo estes moviendo muebles, al ser seres completos, si muevo eso, también se van a mover otras cosas en mi vida. El efecto mariposa, cada cosa que decido, es una posibilidad dentro de un abanico infinito, que se teje creando escenarios diferentes que no podemos siquiera imaginar. 

    Solo te tenés que animar a hacer algo chiquito cada día, y todo eso se va acumulando para crear algo totalmente nuevo, que se sienta bien y liviano. 

    La clave es cultivar la paciencia y disfrutar del recorrido. Te deseo un buen viaje.